En estos días, en los que por más de un mes el ascensor de nuestro edificio estuvo dañado y debía subir y bajar, con mi hijita de dos años, más de cuatro veces al día, los cinco pisos del lugar en que vivimos; he pensado mucho en ese maravilloso texto de Julio Cortazar* en el que nos describe de manera precisa y detallada una acción tan automática, y muchas veces irrelevante, para nuestra existencia del día a día: subir las escaleras.

Claro, cuando subes y bajas la escalera con un humano pequeño que aún no se ha habituado a esa secuencia lógica de acciones sobre la topografía tan bien definida por Cortazar, la subida de la escalera puede llevarte a reflexiones más profundas, incluso hasta hacerte pensar en el tiempo y su relatividad, sobre todo cuando cada uno de estos ejercicios (hacia arriba o hacia abajo) puede tomar más del triple de tiempo de lo que normalmente le tomaría a un humano adulto.

Es clara la razón, este humano pequeño está tratando de coordinar todas las acciones que describe Cortazar y aunque a los adultos nos parezca tan sencillo, el ser pequeñito que es mi hija, aún se confunde con el pie y el pie, o con el tema de la orientación del cuerpo siempre hacia adelante, e incluso con la inclinación de la cabeza y la intención de la mirada.

Todas estas instrucciones estoy enseñándole a ella, en cada subida y en cada bajada. Los cinco pisos de escaleras largas de nuestro edificio de techos altos a lo europeo, nos ha permitido ir perfeccionando el arte de seguir estas instrucciones sin tantos equívocos. Pero en las instrucciones de Cortazar me quedó faltando un pedacito: ¿Qué hacer si se quiere mirar hacia atrás? Si en algún momento de este proceso quieres ver qué tanto has subido, si quieres reconocer por dónde has pasado, si quieres ver qué tan alto estás con respecto al punto de partida, o qué tan lejos con respecto al primer plano del suelo… ¿ahí mi querido Julio?, ¿ahí qué se hace?

Yo no tengo ni mucho menos la capacidad, ni el coraje (¡ni el atrevimiento!) de añadir instrucciones a las ya escritas. Puedo solamente dar fe desde el uso de las mismas, y compartir aquí mi experiencia con este usuario extremo, cuando en el piso número tres y medio, en el escalón sesenta y tres, en la subida número dos del día, decidió que quería avanzar mientras miraba hacia atrás.

Las instrucciones fueron revisadas en mi mente, de manera acelerada, porque el momento requería reaccionar intempestivamente si es que no quería estar describiendo las consecuencias trágicas para menores de tres años al no seguir estos pasos . Y al quedarme sin más instrucciones tuve que hacer algo que al final creo yo es la invitación más bonita de este texto de Cortazar: tuve que sumergirme en la acción sencilla de subir las escaleras y pensar en ella, tuve que darle significado, tuve que analizarla y reflexionar sobre sus conexiones con la vida misma. 

Le expliqué a mi hija de manera escueta y concreta, como para no confundirla “siempre debes mirar hacia adelante”. Y mientras la observaba intentando seguir mi consejo mientras su curiosidad y su cuerpo la halaban hacia la experiencia de mirar hacia atrás, acerté a darle otro consejo práctico “si quieres ver hacia atrás, debes parar”.

En otras palabras lo que le estaba diciendo a mi hija es que la única manera de avanzar es mirar hacia adelante, pero que es válido si se quiere de tanto en tanto, mirar hacia atrás. ¡Ah! Eso sí, para mirar hacia atrás hay que detenerse, porque no se puede seguir subiendo la escalera con la mirada hacia atrás, el golpe no solamente es seguro sino brutal.

Y mientras nos deteníamos cada escalón y medio a parar y mirar hacia atrás y luego continuar mirando hacia adelante por un escalón más, yo la observaba y pensaba en la vida misma. ¡Cuántas veces he intentado avanzar mientras mi mirada sigue fija en el pasado, hacia atrás!; y sin embargo esperando resultados diferentes a una caída, un tropiezo, un golpe certero. Insanidad, esperar subir las escaleras mirando hacia atrás sin tropezarse. Insanidad esperar moverte hacia adelante mientras tienes la cabeza girada hacia atrás. Insanidad, pretender simplemente avanzar y dejar de mirar hacia atrás cuando el alma lo pide a gritos. 

Basta parar, unos segundos, unas horas, un par de días… detenerse con el pie y el pie en el mismo escalón; girar físicamente el pie hacia la derecha buscando dar un giro de 180 grados, mientras el pie acompaña el mismo giro y entre el pie y el pie transportan al cuerpo a una posición extraña, pero posible, donde el cuerpo, incluida la cabeza, está orientado hacia abajo y no hacia arriba de la escalera. Aquí se debe poner atención en anclar bien el pie y el pie en el escalón actual, como para no perder la percepción del presente, la posición en el espacio a la que se ha logrado llegar; luego se puede graduar lentamente el ángulo de inclinación de la cabeza, así como para poder contemplar no solamente los escalones sino toda la escalera, los muros, los techos y hasta las puertas; el contexto completo de lo que se ha dejado atrás. 

Estando en ese momento, recomendaría respirar, profundo, con calma, mientras permitimos que el pasado venga a decirnos lo que nos quiere decir, tomar nota en la libretita mental, y con otro respiro profundo, repitiendo la instrucción de giro de 180 grados del pie y el pie pero en sentido contrario, seguir nuestro camino avanzando, mirando siempre hacia adelante pero con la valiosa información que nuestro pasado nos quiso regalar en ese instante. Con el permiso de volver a detenernos a mirar hacia atrás cuantas veces sean necesario para seguir avanzando.

Se puede, avanzar mirando hacia atrás. Simplemente hay que detenerse por un momento, girar, observar, tomar nota, girar de nuevo y seguir avanzando con más ganas.

Alejandra Ruíz Gómez
Merano, Italia
Abril 12 2024

*Para quien no conozca el texto, haga la búsqueda de “instrucciones para subir una escalera” dentro del libro “Historias de Cronopios y de Famas", de Julio Cortazar

2 Replies to “AVANZAR MIRANDO HACIA ATRÁS”

  1. Que bonita analogia, y como es de cierto que en general se nos olvida parar, y muchas veces nos caemos por andar tratando de avanzar con la mirada atras.

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