Durante la mayor parte de mi vida he catalogado la capacidad del ser humano de ver la realidad desde diferentes puntos de vista como una virtud, hasta ayer. Nunca había observado con tanta claridad cómo un punto de vista fijo puede nublar la visión y sobre todo el juicio. Y creo que allí está el mayor defecto de esta libertad de observación, de apreciación e interpretación de la realidad que tenemos nosotros los humanos; en la posibilidad de sentarnos en un punto de vista como si este fuera el único, el correcto, y desde aquel “enjuiciar”, “catalogar”, “determinar” a la realidad y sus actores como A o B de acuerdo a nuestras conclusiones sesgadas, informadas de un lado viciado de esa realidad tan compleja como la existencia misma.

Puede ser producto de nuestros caminos evolutivos que nos llevan a optimizar los recorridos, a reducir el esfuerzo para maximizar la energía que usamos en cada actividad. Entonces es mucho más fácil ver mi punto de vista, el que respalda mis necesidades y hace sentido con mi diagrama de la realidad, que tomarme la molestia (el tiempo, la energía, el esfuerzo) de visualizar la realidad del otro que aunque muchas veces contraria a nuestra interpretación, ES su realidad; aunque muchas veces no conveniente para nuestros objetivos, ES su realidad.

La evolución nos juega una mala pasada y debemos estar atentos, porque la ligereza de pensamiento nos puede hacer caer en juicios superficiales, derivados de la falta de atención, de interés y de razonamiento sobre las necesidades del otro, sobre la validez de las mismas por encima de la interacción positiva o negativa que tengan con las nuestras. Cuando nos quedamos sentados en un mismo punto de vista, o no nos permitimos cambiar de zapatos como bien lo dice el viejo dicho “ponerse en los zapatos de los otros” caemos en el juicio ofensivo, calificando de pequeño lo que para otro es un universo o tildando de amenaza lo que para el otro es el libre ejercicio de un derecho.

Se necesita humildad, mucha humildad para permitirse ponerse en los zapatos de los demás sin sentir que nuestra visión del mundo será debilitada por este acto, a lo mucho será complementada con el ingrediente fundamental de esta existencia: la contradicción. El blanco en el negro como el Yin en el Yang, de manera permanente, sin perfección ni pureza de ninguno de los dos; siempre una mezcla. 

Y es en esta práctica del constante cambio de zapatos en donde de aprende a aceptar aunque no se comparta, a respetar aunque no se logre comprender, a abrazar las enromes diferencias que hay entre nosotros no como un obstáculo a sortear sino como algo que está y siempre estará, como parte de la materia que somos (física y espiritual) y de la vida. Somos, fuimos y seremos diferentes, en cuerpo, en espíritu, en mente. 

Cuando somos capaces de aceptar que ninguna realidad es superior a la otra, que ninguna versión que canta desde su verdad más profunda es más válida que otra, entonces habremos comprendido lo que significa vivir en diferencia, y entonces más que la igualdad de criterios, de visiones, de juicios, buscaremos la armonía: la capacidad de los opuestos de moverse sin dañar al otro, de bailar si se quiere, de manera que cada cual hace su parte y el todo funciona aunque los movimientos de cada cual sean opuestos o a contra ritmo en varias ocasiones durante el proceso.

Ensayemos la transformación que sucede al ponernos los zapatos de otros, de los más cercanos primero para que no sea tan difícil, hasta que poco a poco podamos mirar a ese extraño en la calle y permitirnos si quiera pensar, ¿qué hay de el o ella en mi ?, ¿qué significaría poner hoy mis pies en sus zapatos físicos, espirituales y mentales? Y ver que siendo tan diferentes, tenemos algo en común: todos sabemos usar zapatos, aunque en algunos casos no tengamos cómo, o no tal vez no queramos usarlos. 

¡A ponerse los zapatos incómodos, esos que abren los ojos, las almas y en entendimiento!

Alejandra Ruíz Gómez
Mayo 8 de 2021
Bogotá, Colombia

One thought on “%1$s”

  1. Me encanta ale! A ponerse los zapatos del
    Otro y dejar de juzgar sin entender la otra realidad!

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