Desde hace meses, ya casi un año que la observaba de lejos. Desde que supo que ella estaba allí, actuó con absoluta prudencia, no quería importunarla, y mucho menos entrometerse en su espacio, aunque la curiosidad fuera cada vez más intensa al pasar de los días.

Lo último que quería era asustarla, al fin de cuentas él sería un completo extraño. Él sabía dónde estaba ella, pero ella— pensaba él— no sabía nada él. Pero se equivocaba, pues aunque él trató de ser muy prudente y caminar muy despacio, como un gran elefante que intenta no romper nada en una cristalería recién surtida, ella desde el primer instante supo que la observaba. Y saberlo no le produjo miedo, como él creía, sino todo lo contrario: una tranquilidad infinita.

Ella supo desde el principio que él la observaba de lejos. Sabía también que no era fácil para él verla, pues siempre estaba de alguna manera oculta, bien resguardada en su palacio, un lugar al que no podía de ninguna manera llegar directamente la luz del sol. No durante los días de verano, y definitivamente no durante el otoño o el invierno; quién sabe si en primavera sería diferente, pero a ella no le había tocado esa época del año estando en su palacio. 

A ella le gustaba saber que él estaba interesado en verla y cuando se acercaba se quedaba en silencio, muy quietecita para que él no huyera pensando que lo había descubierto y por el contrario se quedara un poco más de tiempo allí, simplemente observándola. Sentirse observada la hacía sentirse querida, de una manera que no podía explicar. Una manera nueva; y aunque todo lo que sucedía en su vida por ese periodo fuera nuevo para ella, este amor raro que sentía sí que era una verdadera novedad de novedades.

Un buen día, después de tanto anunciarlo, decidió salir de su palacio. Y allí estaba él, esperando atentamente que la luz de la mañana le permitiera verla. Al inicio la percibió un poco gris, apagada, como una criatura inanimada. Pero de pronto con un golpe de ímpetu que parecía salir del centro de su pecho (el de ella), pudo ser testigo de la manera en que sus colores salían, se expandían y comenzaban a brillar sobre este nuevo escenario, al exterior del palacio, que entonces parecía un lienzo hecho únicamente para que ella pudiese estar allí. 

El palacio cerró sus puertas, y curiosamente ella no se percató. ¡Estaba tan encantada con todo lo nuevo, lo extraño, lo diferente, “lo de afuera”! En cada nuevo espacio que habitaba fuera del palacio, era custodiada, cuidada hasta el detalle. Cantidades de personas la servían para asegurarse de que estuviera bien en este nuevo mundo.

Hasta que finalmente y después de varias inspecciones, los custodios de la princesa la dejaron en sus manos, las de aquel que por tanto tiempo la había observado desde la sombra. Y entonces la pudo ver de cerca. Pudo por fin tocar sus manos, suaves y a la vez arrugadas, y acariciar sus mejillas blanditas y un poco grisáceas. Ella se moría de ganas de verlo, pero la luz era tan fuerte fuera del palacio que le fue imposible abrir los ojos. Para ella fue una experiencia maravillosa oír su voz de cerca, sentir el calor de sus manos y el palpitar de su corazón cuando la abrazaba. Pero lamentablemente no podía ni abrir los ojos, ni pronunciar palabra. No había aprendido aun el lenguaje que se usaba fuera del palacio y parecía que el ambiente tuviera otra composición muy diferente, porque su boca se sentía muy muy seca y sus párpados cerrados, pegados como con pegante.

Él, como los grandes caballeros, la alzó en brazos y la llevó a casa en un carruaje nuevo, pensado exclusivamente para ella. Ella nunca se había sentido tan bien cuidada, tan atendida, tan… ¡tan todo! Este mundo fuera del palacio le comenzaba a gustar y mucho.

Los primeros días siguieron así, casi iguales uno después del otro. Pasaron un par de meses más y él, aunque a veces se impacientaba, esperaba con amor acercándose, hablándole sin obtener respuesta alguna, incluso cantándole en la búsqueda desesperada por recibir algo de su parte más allá de los sutiles ademanes que regalaba a todos los demás. 

Sus ojos finalmente se abrieron, acostumbrados ya a las nuevas condiciones de luz fuera del palacio, pero por una razón inexplicable para él, ella no lo miraba. No, no lo miraba ni una sola vez. Su corazón se puso blandito y tuvo que admitir que en más de una ocasión sintió ganas de llorar: no era posible que después de tantos cuidados, mimos, y atenciones, ella no se dignara a mirarlo. Y así era, día tras día: ella abría sus ojos y miraba tantas cosas, tantas eran las formas, las texturas, las tonalidades de oscuros y claros, las dimensiones, que no se había enfocado en verlo a él.

Pero la constancia siempre será premiada, sobre todo si va acompañada de tanto amor. Aún no hablaba la lengua local, pero había aprendido a decir algunas cosas que le permitían hacerse sentir -sonaban más como pequeños gritos- que le funcionaban muy bien a la hora de llamar la atención de quienes estaban alrededor. 

Ese día por sorpresa, celebrando ya cuatro meses de haber salido de su palacio, ella se despertó y lo llamó. Cuando él se acercó, un poco afanado para resolver sus necesidades, y adivinar qué podría hacerla feliz, ella por primera vez lo miró a los ojos. Él, que venía cantando, silbando y haciéndole la fiesta de los buenos días, se quedó mudo. ¡Qué ojos!, pensó— jamás nadie me ha mirado con la profundidad con la que me están mirando esos ojos—.

Había valido la pena todo: la espera, los cuidados, su insistencia en observarla de lejos; todo valía la pena por esa mirada, porque tan solo una mirada le había hecho sentir que podría dar la vida entera por esa mujercita pequeñita que había llegado a cambiarle radicalmente la vida. Tan sólo una mirada para saberse el hombre más afortunado del mundo, un hombre que se había por fin convertido en su mejor versión: se había convertido en papá. Comprendió que las miradas que más enamoran toman tiempo, que cuando llegan transforman y no existe nada que las pueda borrar del alma.

Alejandra Ruíz Gómez

Mayo 31 de 2022
Bogotá, Colombia

NOTA: este cuento fue escrito para y publicado en audio cuento por Cuéntame (Unimos a las personas a través de las historias. ❤️ 🎧📚Creamos audio cuentos para acompañar a las familias en su rutina de ir a dormir)

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