Un mes nuevecito, lleno de oportunidades para hacer y deshacer. Un mes limpiecito para poner pinceladas de nuestra vida en el. 

Hubo una pausa larga desde que escribí las palabras anteriores hasta ahora, por eso el doble espacio. ¡Qué curioso!. Quien lee no lo nota, nunca lo notaría si yo no lo menciono. Y me hace pensar en las pausas de maternidad que nos tomamos las mujeres en la vida y la manera en que son vistas por el mundo profesional.

Yo dejé mi párrafo por un espacio de casi una hora, y volví. Podría en este preciso instante volver a engranarme con el y seguir escribiendo algo maravilloso conectándome con el mismo hilo de lo que venía hablando, pero incluso más rico porque traigo conmigo todas las emociones, vivencias y aprendizajes recolectados en la última hora que experimenté lejos del teclado.

¿No es acaso lo mismo la maternidad extrapolado a un lapso de tiempo más amplio? ¿Acaso en una hora perderé mis talentos y dones para escribir y será imposible volver a hacerlo?

El mundo está cambiando sí, y tengo fe en que este tipo de cosas dejarán de suceder en un futuro. Pero suceden todavía. Sucede que muchas mamás regresan de sus 3, 6, 8, 12 meses de maternidad (para las más afortunadas), al entorno laboral y sienten una presión sin precedentes sobre sus capacidades para volver a hacer lo que hacían antes. Es un mensaje la mayoría de las veces oculto, que se mueve entre sombras y les habla al oido, y otras veces más crudo y cruel, dicho de viva voz y con un tinte de desprecio. Los talentos, las habilidades y la experiencia, no desaparecen ni se menguan por parar un año en la “carrera” profesional— un apelativo que siempre ha llamado mi atención, una carrera en la que corres no porque te apasione correr y para ser el mejor atleta, sino para llegar a ganarte el derecho a no correr más (la pensión). 

¿Se imaginan si pensaran lo mismo las universidades que desde más de 50 años otorgan a sus profesores más valiosos el derecho a tener un año sabático? ¿Por qué no podría mirarse la licencia de maternidad como ese año sabático, en que te vas a perseguir un tema que te apasiona y sobre el cual quieres desarrollar nuevas habilidades y experiencias? ¿No es acaso lo mismo pero diferente? Esta bien, faltaría que al regreso de la maternidad pudiéramos escribir un par de artículos científicos sobre cómo ésta experiencia nos permite abordar el trabajo y la productividad de manera radicalmente diferente y exponencialmente mejor; ¡estoy segura que saldrían unas perlas de conocimiento impresionante!

Entonces sí, tomar una pausa no significa que en el espacio entre los dos puntos del antes y el después de la pausa lanzamos al abismo nuestras capacidades. Es una pausa. No morimos y volvimos a vivir. No regresamos como tabula rasa, somos las mismas que se fueron sólo que mejoradas por la experiencia más trascendental que puede vivir el ser humano: traer vida al mundo.

Y para demostrar lo anteriormente dicho, seguiremos hablando de este mes nuevo, nuevecito, que se nos presenta para pintarlo de colores, de gris o de blanco, llenarlo de curiosidad y asombro o de las certezas escurridizas, un mes nuevecito para reflexionar, actuar y volver a reflexionar mientras seguimos creciendo en esta aventura (no carrera) que se llama vida. Un mes para abrir o cerrar puertas, para crear o destruir, pero definitivamente para avanzar, permitirnos el lujo de movernos por la vida enriqueciéndonos de cada paso que damos y cada experiencia vivida. Un mes para poner nuestros talentos, dones y experiencia al servicio de otros y observar cómo florecen, se fortalecen y se quedan en nosotros siempre. Ninguna pausa, por corta o larga, los puede borrar.

Alejandra Ruíz Gómez
Septiembre 2 de 2021
Bogotá, Colombia

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