La primera vez que volvieron a verse, las mariposas no volaron como él se esperaba. Luego habría de enterarse que no es que no existieran ya, sino que ese preciso día estaban en pleno proceso de metamorfosis, pues la tercera, la quinta y la séptima vez que se vieron, revolotearon sin cesar dejando en la panza la típica sensación de montaña rusa recién usada.
De ahí en adelante se dedicó como el más fiel de los coleccionistas a atraparlas, una a una y ponerlas en una tabla con la fecha, la hora y el lugar en que las había sentido. Intentó incluso hacer una escala de intensidad, pero siempre volvía a modificarla cuando experimentaba un nuevo nivel de aleteo no conocido previamente. De manera que volvía a cambiar los papelitos debajo de cada una de las mariposas anteriores para ajustarlas a la nueva gradación.
En un punto tenía tantas mariposas que decidió dejar ajustar las gradaciones de la primera mitad y luego en lugar de cambiar los papelitos de la mitad de la segunda mitad, tachaba con un esfero de otro color y reemplazaba encima bien reteñido, así sólo tenía que cambiar los papelitos de la otra mitad de la segunda mitad.
Así estaban las cosas y la colección ya ocupaba dos tercios de la pared derecha de su habitación, cuando decidió comenzar a dormir en la habitación más grande de la casa para poder dormir cómodamente con ella en una cama para dos.
La visitaba de vez en cuando y cada vez más de cuando en vez, pero era notorio cómo cada vez pasaban más y más días entre una mariposa y la otra…hasta que la colección quedó estática. La última gradación de intensidad ya ni sabía cuándo la había hecho y el polvo comenzó a familiarizarse sobre el vidrio que la cubría.
Años después en una carcajeada guerra de almohadas con su hijo de cinco años, en la habitación de los juegos, una almohada voló por el aire y aterrizó bruscamente contra la pared de la derecha, la colección de mariposas una a una se hizo polvo dejando en el piso los pedazos de vidrio y los viejos papelitos con las gradaciones.
No hay nada que desaparezca más fácilmente que las mariposas en el estómago. Por eso son tan importantes los papelitos.
Alejandra Ruíz Gómez
Mayo de 2017 – Monza, Italia