En mi último trasteo, hace apenas un par de meses, decidí invertir mi tiempo en depurar.
Finalmente decidí encargarme de algunas (varias) cajas que tenía guardadas sin abrir por más de 20 años y que simplemente había mantenido guardadas en una bodega de la casa de mi mamá. El 90% de las cosas terminaron en la basura, el otro 10% está pendiente de una revisión más juiciosa para definir qué queda y qué no en el baúl de los recuerdos.
Es inevitable darse cuenta que cada vez el baúl de los recuerdos se hace más pequeño a medida que crecemos, son menos las cosas que siguen manteniendo el significado intacto, conectándose con nuestro corazón, nuestra mente, nuestro espíritu. Cosas que antes estaban cargadas de significado, se ven como historias ajenas; como viejos cuentos de ese “otro yo”que fuimos alguna vez y que ya jamás seremos de nuevo.
Lo que siento en este momento es que mientras más grandes en mente y corazón somos nos damos cuenta que los recuerdos valiosos realmente son esos que se quedan escritos con tinta indeleble en nuestras vidas.
Crecer es un tema extraño y bonito. Es aprender a desprenderse con amor de los otros personajes que éramos pocos años atrás. Es ver a cada uno de esos personajes metidos en una cajita y despedirnos de ellos con agradecimiento, conservando únicamente pequeños pedacitos de cada uno de ellos; pedacitos que en conjunto y conectados con la experiencia actual, hacen lo que somos hoy.
Crecer es como hacer una colcha de retazos.
Cada evolución que tenemos en nuestra existencia nos permite crear retazos nuevos, y cada decisión de vida que tomamos nos lleva a reemplazar o eliminar completamente algunos que ya no nos sirven así hayan sido muy valiosos en el pasado.
Nuestra colcha en cada etapa cumplida termina teniendo un aspecto diferente, así se conserve el estilo de costura, pues somos al final de cuentas nosotros los que seguimos uniendo o descosiendo los retazos de quienes somos. Somos nosotros quienes a conciencia o por simple inercia de nuestra existencia, tomamos decisiones sobre qué tipo de persona queremos ser en cada instante, ante cada reto y etapa de nuestra vida.
¿Qué tipo de colcha tienes armada hoy? ¿Qué le hace falta o qué le sobra para sentirte más cómodo en ella?
Nuestra colcha siempre es nuestra, única e irrepetible; siempre seremos nosotros cuando nos miramos al espejo. Sin embargo valdría la pena darle una revisada periódicamente y tomar las decisiones que hacen falta para que cada vez nos sintamos más cómodos en ella, un retazo más aquí y otro menos allá. Un retazo a la vez.
Alejandra Ruíz Gómez Mayo 2 de 2022 Bogotá, Colombia