Escribir por escribir. Vino a mi cabeza simplemente así esa expresión antes de sentarme ante el teclado.Un poco me acuerda de la canción de Joaquín Sabina “Jugar por Jugar”, de cuya letra intento no acordarme con frecuencia.
Escribir por escribir, porque simplemente esa es la acción que más me gusta hacer. Porque me hace sentir conectada con unas partes internas mías que no se encienden si no es con las palabras. ¡Qué cableado extraño con el que vine al mundo! ¿Cómo le explicaría eso a mi hijo?
— “Hijto, cuando escribo las palabras tienen el poder de prender unos botones dentro de mí que no se pueden prender de otra forma”
— ¿De qué color son esos botones mamá?
— No lo sé… muy seguramente serán amarillos, pero la verdad es que no los veo, sólo siento que se activaron y comienzan a prender un montón de sensaciones en mi cuerpo y asociaciones en mi cabeza… ¿ves? ¡Cómo ahora mismo! ¿Puedes verlo?
— Mmmm… no veo mucho, pero te cambió la sonrisa. ¡Ah! Espera, tus ojos están botando más luz mamma.
— Eso se dice, “te brillan los ojos”¡Viste! Se activaron los botones porque estoy dejando salir las palabras por entre mis manos.
— ¿Y cómo se hace para hacer eso? Mejor dicho, ¿dónde tenías guardadas las palabras antes de dejarlas salir por las manos?
— Boh! No lo so esattamente. Creo que unas letras están en mi cabeza, otras en el corazón, algunas en el estómago y otras pocas atoradas en los pulmones. Creo que sentarme a escribir permite que esas letras se pongan de acuerdo y se encuentren como cerquita al codo, se unan en filitas y vayan bajando una a una por mis manos hasta el teclado.
— Pero yo no te veo ninguna letra ni en la cabeza, ni en la barriga… ni en el corazón. A ver si se escuchan.
(Y se apoya contra mi pecho)
— ¿Oíste algo?
— Nada raro, lo de siempre pum, pum, pum pum.
—¡Amore! No hay nada más raro que eso, la rareza de estar vivos contrario a todos los presagios de supervivencia de la naturaleza. Estar vivos sin ser los más fuertes, estar vivos después de tantos golpes y tantos obstáculos del día a día. Nada más raro que estar vivos por estos días.
— Ok mamma, pero no hablo de eso. Digo, las letras, no oí las letras.
—¿Será que hablan muy suavecito y solamente yo puedo oírlas desde adentro?
— Yo creo que sí, porque no oí nada parecido a aaaaaaa, o a rrrrrr, o a uuuuuuu… ¿estas segura que tienes letras ahí adentro?
— Mi cielo, las letras están, algún día comenzarás a oír las tuyas y espero con ansia, a leer las mías. Ti amo infinito.
— Anch’io mamma.
Alejandra Ruíz Gómez Noviembre 25 de 2020 Bogotá, con frío.
🙂