Las primeras veces casi nadie lo notó, ni él mismo. Incluso hubo quien manifestó cierto grado de emoción victoriosa de ver que ya no respondía de manera tan reactiva como de costumbre. Los ruidos estaban allí, pero por alguna razón que desconocía ya no activaban la respuesta usual en su cuerpo. “Será cansancio”, pensó y lo dejó pasar.

“Será la edad” pensaron los demás y lo dejaron pasar.

Lo que nadie sospechaba en ese entonces es que dentro de el se movían mecanismos poderosos y extraños, mecanismos imparables de transformación profunda.

El siguiente incidente sucedió con la señora del aseo del edificio, esa que venía cada miércoles sin falta desde hace más de 3 años. Para el era un enemigo declarado. La sentía desde que ingresaba en el primer piso incluso teniendo 7 pisos el edificio y su casa en el último de ellos. Pero la sentía, claro y fuerte. Sus bigotes se tensaban y su cola se sacudía en escalofríos apenas cruzaba la puerta de la portería. Entonces usualmente corría a buscar la guarida cubierta más cercana, para esconderse de aquel enemigo que jamás atravesaba la puerta de su casa pero le alteraba la paz en las demás dimensiones que nosotros los humanos no podemos ver, pero el veía de manera cristalina. 

Ese día fue diferente. No sintió miedo cuando la señora atravesó la puerta el miércoles a las 8:00am en punto. No sintió miedo cuando la señora dos horas más tarde paseaba su trapero enjabonado por el piso del corredor en el que se encontraba su apartamento. Al contrario, sintió un impulso irresistible de acercarse a la puerta. ¡Acercarse a la puerta! Y se acercó, con una curiosidad potente que lo movía a intentar percibir cualquier olor que pudiera deslizarse bajo la rendija. Movia su nariz de un lado a otro y frotándola en el piso cerca de la rendija, produciendo un extraño ruido mientras hacía este movimiento. 

Esta vez todos lo miraron. Extrañados y en silencio. Se miraron unos a otros como esperando que alguno rompiera el silencio y ofreciera una explicación que pudiera ser tan satisfactoria, que anulara la extrañeza del momento. No hubo explicación, pero si un gesto por parte suya que los confundió mucho más a todos: sentado sobre sus patas traseras, y mientras miraba con atención a sus humanos, su lengua se salió de la boca y colgó del hocico, jadeante y babosa. 

Unos segundos después las últimas células aún no afectadas por la transformación, acudieron al rescate y activaron el mecanismo de la huída, ayudándolo a correr a la guarida más cercana y oscura. 

Aterrado, decidió bañarse. Como siempre. Mientras lo hacía notó como su pata derecha trasera estaba inquieta por rascarle el lomo. Se lo permitió atónito. Mientras continuaba en su baño, sonó el citófono, ¡la prueba final de la transformación inminente! Quien fuese en otros tiempos su enemigo número uno, que lo dejara temblando y escondido por horas y horas, en este día extraño activó un mecanismo desconocido en el  que lo impulsó a  salir corriendo de la guarida hacia la puerta mientras su garganta elaboraba un ladrido fuerte y repetitivo y sus patas inquietas lo hacían girar en círculos.

Ya no había duda alguna, todos podían ver claramente lo que había sucedido, y aunque no se lo explicarán, continuaron en silencio comprendiéndolo.

El por su parte, sabía perfectamente lo que había acontecido: ese extraño día dejó de ser gato, porque perdió el miedo. 

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