Ser madre, contrario a lo que muchos piensan es un título que no se adquiere de manera inmediata cuando se concibe o cuando se pasa por el trabajo de parto. Ser madre es un mestiere que se aprende con el tiempo y que año a año requiere incorporar habilidades diferentes para poder seguir ejerciéndolo. Uso la palabra mestiere en italiano, porque además de gustarme mucho por su sonoridad, reúne en una sola palabra muchas palabras en español: trabajo, oficio, profesión, carrera, vocación, habilidad. 

Y el de las mamás es claramente eso, un mestiere con m mayúscula.

Basta atravesar el primer año de maternidad del primer hijo para tener un abrebocas de lo cambiante que es este rol de las madres y la altísima flexibilidad que requiere para poder ejecutarlo con maestría: durante esos primeros 12 meses, todos los días nuestros “jefes” tienen un necesidad distinta y desconocida para nosotros que debemos descifrar por sus comportamientos dado que no pueden expresar con palabras lo que quieren o no; tampoco lo saben muy bien. Es un arte. Aquí se comienza a poner en práctica eso de la habilidad y sobre todo la vocación. A algunas se les da más que a otras, y no podemos negarlo, pero todas sin excepción lo intentamos.

Permítanme hacer un pequeño paréntesis: algunas se sentirán contrariadas por la palabra “jefe” en este contexto, pero decido usarla porque es muchas veces lo más cercano que tenemos para describir alguien por quien cumplimos una actividad y que está esperando de nosotros que tengamos buenos resultados. La uso también y sobre todo, porque es un viejo chiste entre mi mamá y una de sus mejores amigas, la Chavita, para referirse a nosotros ¡sus hijos! Y porque me gusta ese chiste al final de cuentas.

Y volvemos al mestiere; pasan los 12 meses iniciales y cuando ya creemos que tenemos todo gobernado en nuestro oficio de ser madres, llega otra etapa y cambia todo radicalmente. Nuestros “jefes” comienzan a hablar más claro, a caminar y correr, con lo cual nos damos cuenta que o no habíamos entendido nada desde el principio, o cambiaron radicalmente sus gustos o ambas. Todo cambia de nuevo, mes a mes, año a año. Tenemos que adaptar nuestras actividades a su evolución acelerada y aquí comenzamos a sentir la sensación de que es una verdadera carrera eso de ser madres. Una carrera que no está delineada en ningún lado, para la cual no existen pensum ni mucho menos entrevista de selección. 

Luego viene otro, o tal vez otros hijos y entonces la cosa se pone más interesante. Como cualquier empleado pretendemos capitalizar nuestra experiencia de trabajos previos, y confiadas creemos que muchas tareas serán, me permiten la expresión “papitas fritas”, porque al final de cuentas ya estamos entrenadas. Las competencias que se requerían para al menos el primer año de vida, las tenemos todas y eso nadie nos lo quita. Lo que no nos esperamos es que nos llega otro “jefe” con políticas y criterios diferentes, la mayoría de las veces diametralmente diferentes. En un abrir y cerrar de ojos tenemos 2, 3 y hasta 4 jefes. Ninguno de ellos tiene el más mínimo interés de acogerse a las políticas o prácticas del otro. Cada uno tiene sus propios ritmos, exigencias, maneras de hacer y sobre todo de ser, y las mamás nos adaptamos, y aprendemos nuevas habilidades a la velocidad del rayo para suplir las necesidades de esos hijos tan diferentes entre sí. 

Y cuando ya pasamos la infancia, nuevamente pensando que tenemos todo bajo control, que manejamos el mestiere con un dedo, llega la adolescencia que siguiendo con la analogía empresarial, es como un cambio radical de dirección corporativa, con una fusión entre empresas y un proceso de internacionalización ¡todos al mismo tiempo! Volvemos a estar como el día uno de los primeros 12 meses, preguntándonos si seremos capaces de adquirir esas nuevas competencias que requiere el mestiere en este momento a la velocidad que las requiere porque el tiempo no da espera y peor aún, no hay entrenamientos específicos para el manejo de nuestros volátiles nuevos “jefes” que pueda ser útil para todas; cada una debe ir creando su camino a punta de ensayo y error, porque muchas veces ni las propias experiencias ayudan dado que nuestros hijos son seres independientes y muchas veces diametralmente diferentes a nosotros mismos y más aún, diametralmente diferentes entre sí.

Sin ánimo de extenderme describiendo cada etapa de evolución (y muchas de involución) de nuestros adorados “jefes”, creo ya haber logrado dar a entender lo que este mestiere requiere. Un mestiere que no para nunca de actualizarse, ni siquiera puede repetirse una fórmula de un hijo a otro. No para ni cuando ellos cumplen tres o cuatro décadas de vida. El mestiere de una madre a veces no para ni después de muerta porque he visto a varios hijos e hijas pidiendo orientación y guía a sus madres durante décadas después de que han dejado este plano terrenal. 

El ser madre es una de las labores mas difíciles y retadoras que hay en el planeta, es una vocación que requiere mucha valentía para mantenerla día tras día, hijo tras hija, año tras año, etapa tras etapa. Algunas renuncian en el camino y no está en ninguna de las otras juzgarlas. Es tremendamente duro mantenerse en pie en estas aguas que se pueden volver turbias y profundas en un parpadeo. Ni el contexto corporativo más tóxico se le compara a la realidad de sacar adelante hijos con problemas de adicción, problemas mentales, deficiencias de aprendizaje, alteraciones fisiológicas, o exceso de rebeldía, entre otros.

Ser madre es un arte que se conquista en el camino y para el cual no hay más diplomas que el agradecimiento y el orgullo. 

Agradece a tu madre y hazla sentir orgullosa. Demuéstrale que valió la pena que se inscribiera en esa carrera y perseverara en un mestiere que nadie le enseñó; reconócele que sabes que ha hecho su mayor esfuerzo por lograr que su forma particular de “ser madre” se logre amoldar como un guante a cada nuevo proyecto, a cada nuevo hijo, a cada uno de nosotros aquellos afortunados que llenos de agradecimiento y amor podemos decir hoy: gracias mamá por no rendirte en la carrera, eres una maestra del mestiere.

Alejandra Ruíz Gómez
Bogotá, Colombia
Mayo 10 de 2020

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