Y la naturaleza que estuvo hablando en voz baja por tanto tiempo, con tanta paciencia, con tanta pero tanta paciencia finalmente tomó la situación en sus manos y actuó.

Ese año la realidad mundial estaba llamada a transformarse por los motivos que fuera: si no era el virus eran las protestas, o la inmigración desenfrenada, o los incendios, o el aire que ya no se podía respirar, o el nuevo nacionalismo que surgía en varios lugares del mundo amenazando con otra guerra motivada por diferencias raciales. Pero todos menos el primer motivo habían sido exitosamente ignorados por “el humano exitoso contemporáneo”, ese que no tiene la capacidad de ver más allá de las tres décadas de vida que le quedan después de llegar a la cima de su efímera carrera profesional.

Ese año cuando todo comenzó, el mundo se quedó sin reglas: Los que sabían obedecer se quedaron quietos si saber qué hacer. Los que rompían las reglas también, porque no tenían qué romper. La situación era tan novedosa, tan sorpresiva que nadie se atrevía a formular reglas en la mitad de lo incierto.

El virus transformó la realidad en menos de dos meses. Por completo. Y sin embargo resistíamos, pero en sentido equivocado: resistíamos sosteniendo los muros de contención invisibles de nuestra economía global. Tratamos de defender primero el modelo que la vida, sin enterarnos que el juego se mordía la cola: entre más tiempo nos demoráramos en encerrarnos todos en nuestras casas, con la idea de minimizar el impacto en la economía, más tiempo tendríamos que estar encerrados y más se afectaría la economía.

Estábamos tan intoxicados, que seguíamos tratando de defender el modelo por encima de la vida. Era tan aterrador que la conversación iniciaba por la situación económica futura, pasaba por las complicaciones del sistema de salud y cerraba con un cálculo absolutamente frío que establecía que la gravedad del tema no era tanta pues “se moría más gente de otros males en otro lado” o que “al fin y al cabo era menos del 2% de los casos”. Un momento. ¿Pero si la bolsa cae un 2% si nos preocupamos? Intoxicados. Llenos de basura de la misma que había en todos nuestros mares que ademas no son varios, son UNO! Así somos de idiotas. Bien hacen en llamarnos hermanos menores las comunidades indígenas que nos llevan años luz de evolución.

Y mientras estas conversaciones se sostenían en las redes sociales por medio de esos mensajes larguísimos, de aquellos que aún tienen la esperanza de encontrar eco del otro lado, en los que uno termina dándose cuenta que lamentablemente los ciegos son más… los gobiernos del mundo jugaban a experimentar como mejor les pareciera con las vidas, los sueños y el futuro de cada uno de sus ciudadanos. Tantos años preparándose para jugar el juego de la guerra, y de pronto en una fracción de segundo les cambiaron el tablero de juego y se quedaron sin una sola estrategia. Cero.

Entonces como no sabían hacer otra cosa diferente después de tantos años de vivir en el piloto automático del show mediático de la política, decidieron hacer lo mismo: tomar medidas tibias, pero “políticamente correctas”, o más bien políticamente alineadas con su sed de poder y protagonismo, con su mandato perpetuo de mantener la economía porque es lo que más importa; lo único que importa.

Algún día en el futuro, si el virus o la manera en que lo sigamos manejando nos permite seguir vivos, en unos treinta o cuarenta años conoceremos las aterradoras y mezquinas razones detrás de cada uno de los protagonistas de la historia de ese año, las razones por las cuales no pusieron la vida de primeras, las razones por las que ignoraron el llamado de ultimátum de ese año. Y ya no va servir a mucho, porque la mayoría de ellos no existirá gracias o a pesar del virus, porque su tiempo en la tierra ya habrá caducado. Y entonces no servirá de nada, porque nada se puede exigir aquí al que está ya en otro lado.

Los que caminábamos por las calles a inicios de ese año creíamos inocentemente que el mundo había cambiado tanto, qué esta segunda década del nuevo milenio había verdaderamente “transformado” el mundo. ¡Qué poco habíamos visto de la transformación real que se venía en proceso!: la tierra se cansó de darnos ultimátum tras ultimátum y activó el mecanismo de emergencia para limpiar y volver a comenzar, el botón para re-iniciar el sistema. Y mientras tanto nosotros, pobres ignorantes defendiendo estructuras intangibles como nuestra economía de mentiras, mientras nuestra realidad física se desvanecía aceleradamente y posiblemente para siempre.

Ese año fue bisiesto y capicúa. Pero no pensamos nunca que nuestras paredes de papel serían tan frágiles y cederían de una manera tan acelerada. Una ola de contagios, luego otra y otra. Aún hoy hay algunos países que no han finalizado sus meses de cuarentena. Pensamos que serían semanas. 

En un principio las personas se preocuparon por las banalidades de siempre: “¡qué aburrido estar encerrados!, ¿cómo voy a hacer para trabajar desde casa con mis tres hijos?, ¿será que me devuelven la plata del viaje a Disney que tuve que cancelar?¿quién se va a  aguantar cocinar todos los días?, ¡qué cansancio soportar a mi hermana, papá, roomate de manera permanente!, ¿cuántos platos tendré que lavar?, ¿cuánto tiempo tendré que hacer home office?, ¿será que me van a echar del trabajo por esto?”… y luego poco a poco las preocupaciones banales comenzaron a ser añoradas. 

Cuando las personas muertas por día ya no eran contadas en números de una sola cifra sino de tres, cuatro y cinco, cuando fuimos testigos de como miles de personas vieron a sus familiares por última vez entrando a la sala de urgencias y luego sólo toneladas de ataúdes siendo conducidas por carro tanques del ejercito hacia otras locaciones que tuvieran espacio para más muertos; entonces ahí quisimos que las preocupaciones iniciales fueran las únicas. Pero ya era demasiado tarde, la realidad había cambiado y con ella nuestras preocupaciones. 

La ironía fue que las preocupaciones tomaron una dimensión que jamás nos imaginamos: ¿cómo voy a mantenerme vivo?, ¿cómo mantener viva a mi familia?, ¿cómo voy a mantener mi salud mental para poder seguir aquí?, ¿cómo voy a hacer de esta nueva realidad mi vida temporal indefinida?, ¿qué va a pasar si no salimos de aquí?, ¿qué va a pasar si salimos?, ¿a qué mundo saldremos?

Y algunos nos volvimos mejores humanos después de eso. Pensando en lo esencial y no en lo accesorio. Pensando en lo profundo, en lo importante y actuando sobre ello y no sobre lo superfluo. El abrazo que no dimos y posiblemente nos quedaremos sin dar reemplazó a una velocidad sin precedentes el pensamiento sobre los negocios que habíamos perdido.

Después de tanto tiempo de llamar a bajar el ritmo, a cuidar la salud mental, a pensar en el ser y no únicamente en el hacer, a ir más despacio, a tener más calma, el mundo paró en seco sin importar si usted estaba preparado o no, paró en seco así no más.

Ese año agradecimos la existencia de las redes sociales virtuales, de la tecnología digital y extrañamos los abrazos, las apretadas de manos y el saludarnos de beso. Comenzamos a la fuerza a valorar lo verdaderamente valioso que dábamos por sentado en nuestra vida pasada, tanto que habíamos perdido la capacidad de percibir la intensidad de un abrazo o la calidez de un beso. Eran cosas simplemente “cotidianas” sin importancia.

Ese año tuvimos otra oportunidad, y algunos la estamos tomando. La oportunidad de valorar lo insignificante que se convirtió en lo primordial: el aire, el sol, las caricias, las caminatas sin rumbo, la sonrisa del desconocido en el ascensor, las diferentes presiones de las manos al saludar, los picnics en el parque… la verdadera libertad. Otros, como siempre sucede, no la vieron y no la verán. No por lo menos en esta ocasión. 

El mundo se redefinió y se sigue redefiniendo después de ese año. Creo yo que esta vez estamos incluyendo en esa redefinición muchos ingredientes que por siglos habíamos dejado de lado, y no sólo están incluidos, ahora son el centro. La balanza se volcó completamente y lo importante ahora es lo esencial; lo demás, aquello que creíamos tan importante y necesario, se volvió accesorio o tal vez tuvimos la maravillosa oportunidad de darle finalmente el lugar que siempre había tenido.

Alejandra Ruíz Gómez

Bogotá, Colombia

Marzo, 2020

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